Hasta hoy me he
sentido orgulloso de formar parte de la lucha gremial que estamos llevando
adelante por un reclamo que considero absolutamente justo.
No expreso nada
novedoso si afirmo que las estructuras sindicales me confirmaron que no están a
la altura de las circunstancias. En estas semanas hemos hecho esfuerzos
mayúsculos para intentar que los dirigentes se pongan al frente del conflicto de
manera conducente, comprometida e inteligente. Navegamos entre la pasividad casi
cómplice de UDA y la euforia que limita con el fundamentalismo de ASDE.
Declamamos donde
pudimos, y sostuvimos con propuestas, mociones y acciones, que el momento exige
la unidad de las organizaciones sindicales, tal y como se produjo en las bases.
Lo logramos a medias; aparecieron en las marchas juntos, llegaron hasta la mesa
ante la patronal, pero no pueden articular acciones unificadas que optimicen los
enormes esfuerzos que los trabajadores estamos realizando.
Esta madrugada
haremos un abrazo simbólico a la casa de gobierno. Hay muchos indicios sobre lo
que se ha preparado y no se ha dicho, para esa acción. A pesar de eso, voy a
estar allí; junto a las compañeras y compañeros que están convencidos de la
justicia del reclamo. Es probable que luego me sienta utilizado
descaradamente.
Considero necesario
volver a poner en perspectiva esta lucha: se trata de una lucha gremial por
conseguir mejoras salariales y de condiciones de trabajo (dicho esto de manera
genérica). Parece una obviedad pero hay que volver a ponerlo en palabras: no
estamos librando la batalla de nuestras vidas. Estamos llevando adelante una
lucha sindical por mejores condiciones de trabajo y mejor paga. No está en juego
nuestra dignidad, ni el futuro de nuestros hijos. Mucho menos el destino de
todos los jóvenes sanluiseños ni el de los habitantes de esta Provincia. No es
"ahora o nunca". Puede ser ahora (creo que es justo y posible); puede ser algo
ahora y algo mañana; puede ser nada ahora y nada mañana, y nada nunca. Como en
toda situación en donde hay conflicto de intereses algunos saldrán mejor parados
y otros peor, y empezará de nuevo el tironeo. pero, insisto, no perdamos de
vista que esto es un planteo sindical por mejoras y no la madre de todas las
batallas. En el mismo sentido, vale la pena reiterar que el paro, las marchas,
los embudos o cortes; en fin, medidas más o menos duras, son medios de presión
para alcanzar la mejora sectorial de la que hablamos. Cuando los medios se
convierten en los fines, estamos en problemas. Observo que nos concentramos la
próxima medida y perdemos de vista el por qué de las
medidas.
Decía que hasta hoy
me he sentido orgulloso de sostener esta lucha. A pesar de las estructuras
sindicales siento que logramos actuar con solidaridad, madurez, reflexión. Si
abandonamos el camino pacífico, nuestros argumentos se derrumbarán. Así como no
tendría cara de volver a las aulas habiendo capitulado por cobardía, arreglo
espurio o mezquindad, me daría vergüenza también regresar con la mancha de un
hecho violento, delictivo o destituyente.
No me gusta que me
manipulen. Pero no me gusta que me manipule nadie: ni el poderoso de gobierno,
ni el pícaro de comité, ni la masa apasionada de la plaza, ni el experimentado
de la sede.
No me gusta que me
digan lo que tengo que pensar o lo que tengo que hacer. No me gusta que se eluda
el debate y la reflexión. No me gusta que me convoquen a una vigilia que prepara
un asalto. No me gusta que me mientan ni que me la pasen cambiada.
Espero, una vez más,
que los dirigenes gremiales recapaciten y puedan elevarse a la altura de las
circunstancias. Que se pongan al frente del conflicto y lo conduzcan hacia la
victoria, que será la obtención de las mejoras en condiciones salariales y
laborales.
Saludos.
Pablo