Hoy es el último día del año en el Instituto. Este dosmilsiete termina con gusto a fósforo. No voy a hacer un balance, como es de rigor. No tengo capacidad ni ganas. Sólo creo que pasaron cosas grosas, buenas y malas, que tienen que explicitarse en algún lado; al menos para que el año que viene tengamos elementos para ver en perspectiva e intentar encontrar los por qué.
Hubo un concurso para directivos convocado en periodos de vacaciones. El equipo que ganó estuvo cuestionado en la integración, no difundió su programa y tampoco se conoció la integración del jurado ni los parámetros de evaluación. Muchos sostenemos que fue una formalidad sobre una designación decidida con anterioridad.
La asfixia económica puso de manifiesto que no formularían planteos enérgicos en San Luis.
En una administración (la provincial) con su estructura burocrática colapsada, de la que nunca tendremos certezas si las extraordinarias demoras padecidas se deben a torpezas o represalias, la gestión activa es una condición indispensable para conseguir el normal desenvolvimiento institucional. La situación presentaba compañeros con hasta tres meses sin cobrar; diez meses mediados entre que se ganó un concurso y se firmó el decreto; sin plantel de personal de apoyo, falta de regularidad en las remesas de dinero para el funcionamiento normal, y -entre otras muchas cosas más- sin normativa específica para el nivel.
La pasividad determinó que debiéramos organizarnos y autoconvocarnos en asambleas que enfatizara el reclamo de solución a situaciones insostenibles. Y dió resultado: los revalidados cobramos (aún sin decreto, lo que constituyó un episodio inédito); la firma de los decretos se aceleró, los egresados pudieron inscribirse en Junta, llegó el dinero de la Asociación (en cantidad nunca antes vista).
Otro hecho significativo fue el de consolidación de algunos cargos de personal auxiliar que se encontraban en situación precaria y con "fecha de vencimiento": los contratados por la Asociación han concursado, en los casos que no lo habían hecho al ingresar, y sus decretos están a la firma.
Creo que faltó multiplicar el esfuerzo para lograr la designación de los casi 20 compañeros del personal de maestranza beneficiarios de planes sociales.
También fuimos impotentes ante los dos despidos arbitrarios que se produjeron.
Los Consejos Directivos funcionaron de manera discontinua; intercambiando, mezclando o superponiendo incumbencias y eludiendo temas de su competencia.
El Consejo Académico tuvo algo más de regularidad que el Asesor, aunque fue desplazado del tratamiento de cuestiones centrales que le hubieran correspondido naturalmente.
El estado de movilización en asambleas logró que nos organizáramos gremialmente y nos afiliáramos a la Unión Docentes Argentinos (UDA). Casi la mitad de los docentes del Instituto tenemos representación sindical, lo que constituye un frente más para reclamar por la vigencia plena de nuestros derechos.
Quedan muchas mas cosas, buenas y de las otras, para seguir comentando, pero ya me cansé. Así que mañana sigo. Y seguiré durante las vacaciones, que voy a tener bastante tiempo libre.