NORA SABELLI, UNA DE LAS PRINCIPALES ESPECIALISTAS EN TECNOLOGIAS Y APRENDIZAJE DE LOS ESTADOS UNIDOS.
Es argentina y está radicada en Estados Unidos desde que emigró tras la
Noche de los Bastones Largos. Ahora asesora en el país al programa
oficial de distribución de netbooks a estudiantes. Aquí evalúa ese plan,
analiza cómo debe cambiar la dinámica en las escuelas con la
utilización de las computadoras y advierte cuáles son los nuevos
desafíos para padres y docentes.
Entrevista de Mariana Carbajal para Página 12.
–¿Cómo llegó a la ciencia?
–Me llamo Nora porque mi padre estaba muy entusiasmado con la obra
de Ibsen y había leído Casa de Muñecas, donde la protagonista es una
mujer que se da cuenta de que tiene que ser inteligente e independiente
si quiere ser buena madre. Por ese personaje me puso Nora. Mi padre me
ayudó y me apoyó muchísimo con la ciencia. El era contador, y había
querido ser matemático pero con la depresión del ’30 se tuvo que poner a
trabajar y no pudo.
–¿Con las nuevas tecnologías cambió el sentido del saber?
–Absolutamente. Le voy a dar un ejemplo: yo ya tengo mis años y con
los años vienen algunas molestias. Antes de ir al médico, yo voy a
Internet y averiguo todo lo que puedo respecto de ese tipo de síntoma
que tengo. Entonces, cuando voy al médico ya sé qué preguntar. Es
totalmente distinto. Y eso pasa con todas las cosas. Cuando uno va a
comprar algo, primero va a Internet y se fija dónde existe, qué precios
tiene, qué condiciones, qué diferencias hay y después decide dónde ir a
comprarlo. El acceso a la información es mucho más general y público que
lo que era antes. No hay tanta diferencia entre el especialista y el
laico. El usuario es un productor al mismo tiempo. Es una
democratización del acceso a la información enorme. Lo que hay que tener
cuidado es de preparar a la gente para evaluar la información. Aquello
sobre lo cual hay que educar evoluciona al mismo tiempo que evolucionan
las herramientas para vivir, para trabajar.
–Pero todavía hay amplios sectores excluidos del acceso a las nuevas tecnologías...
–Sí y no. Le voy a dar casos de Estados Unidos y de Africa. De aquí
no tengo. Si uno habla de tecnologías como computadoras, sí. Pero si uno
habla de tecnología como teléfono celular, ya casi no existe. En Africa
hay países que casi no tienen infraestructura de caminos y mucha gente
no tiene dirección, o mejor dicho, su dirección es el número de teléfono
portátil. En Estados Unidos las máquinas para juegos son muy baratas.
La gente de pocos recursos en general tiene acceso a games machines que
pueden ser utilizadas como entrada a la computación, y hay accesorios
que se pueden agregar a la televisión, que no son muy caros, que
permiten entrar a Internet. Es cierto, hay mucha gente que está aislada
de ese acceso a la información, pero no es una cuestión insoluble, no es
como si hubiera de proveer de grandes recursos y computadoras. Lo único
que hace falta es dar electricidad. Con los teléfonos celulares que
existen en este momento hay acceso a cualquier cosa.
–¿Qué le parece el programa Conectar-Igualdad?
–Lo que es muy interesante de Conectar-Igualdad es que potencia o
empodera a los estudiantes y los maestros –en inglés diría empower– para
que accedan a la información ellos mismos y la manejen, que es una
manera de crear una capacidad de cambio en el sistema muy diferente de
la tradicional de preparar al maestro para que dé información.
–¿Basta con entregar computadoras?
–Por supuesto que no. Cuando la gente me pregunta si las
computadoras ayudan a la educación, yo lo que les pregunto es si el
lápiz ayuda a la educación. ¿Ayuda? Depende de cómo se use. Lo mismo
sucede con la tecnología. Cuando empezaron a aparecer las computadoras
en Estados Unidos hace ya unos cuarenta años, hubo un investigador que
hizo un estudio muy interesante: encontró que en las escuelas de muchos
recursos, donde los chicos pertenecían a familias más bien pudientes y
la escuela tenía recursos, los chicos aprendían a programar las
máquinas. En las de pocos recursos, había máquinas –porque había un
programa por el cual se entregaban PC a escuelas carenciadas– pero se
usaban para que los chicos practicaran conocimientos básicos, es decir,
la máquina los controlaba a ellos. En las escuelas de muchos recursos,
los estudiantes tenían el control de las computadoras. Este ejemplo
muestra la diferencia de cómo hay que usar las computadoras. En el
programa Conectar-Igualdad, la gente entiende que hay que potenciar al
usuario, y fundamentalmente profesionalizar al maestro.
–¿Qué tipo de capacitación necesitan los docentes?
–Por empezar, saber usar la máquina. No es muy difícil, ése no es un
problema. Lo que más necesitan son ejemplos y apoyos para saber cómo
usarla en la enseñanza, que no es lo mismo que usarla para la
comunicación. Cuando la gente habla de las competencias del siglo XXI,
habla de competencias de comunicación. Son las cosas que saben los
chicos que usan los teléfonos portátiles. Pero para utilizar la
computadora en la enseñanza tienen que aprender una nueva pedagogía y
algo muy importante, para lo cual necesitan apoyo institucional, que es
entender cuál es su rol: no es proveer de información a los alumnos sino
ayudarlos a interpretar la información y a darle un contexto en el cual
integrarla. Es decir, el docente ya no se para al frente y da una clase
para la cual aprendió de memoria lo que leyó en un libro, sino que
simplemente tiene que sentirse lo suficientemente cómodo como para que
cuando el chico le hace una pregunta, le da la respuesta, o la va a
buscar o le dice: “Mañana te digo”. Y eso depende de que el director de
la escuela entienda cuál es el cambio. Hay ejemplos muy interesantes en
Estados Unidos. Los padres como los directores tienen unas expectativas
de lo que es un aula bien manejada: tradicionalmente, es aquella en la
que los chicos están sentados y callados, escuchan y toman notas. En las
aulas de la nueva pedagogía, donde los chicos están más en control de
su aprendizaje, están muchísimo más entusiasmados. ¿Qué pasa cuando los
chicos están entusiasmados? Hablan y hacen ruido. A veces, los
directores y los padres dicen: “Los chicos no están aprendiendo y el
maestro no está haciendo nada”. Al contrario. Lo que pasa es que la
gente espera que el maestro enseñe pero no que el chico aprenda. Y hay
que pasar el énfasis a que el chico aprenda y el maestro –y también el
padre– lo ayude a aprender.
–¿Cómo debería cambiar la dinámica de la clase, entonces?
–Todos los maestros saben que cuando los chicos están interesados,
aprenden. Y la tecnología les interesa a los chicos. El buscar las cosas
que a ellos les interesan los hace pasar más tiempo estudiando. Hay
estudios que han demostrado –y a mí me parece genial–, que cuando los
chicos empiezan a usar bien la tecnología para hacer sus
investigaciones, para buscar cosas, para conectarse con otros chicos,
aumenta el número de libros que sacan de la biblioteca.
–¿Por qué? ¿Cómo es eso?
–Porque tienen interés en saber. Y al mismo tiempo escriben mucho
mejor. Cuando escriben, muchas veces es para conectarse con otros
chicos, por eso les interesa que los otros los entiendan. Si los otros
chicos no les entienden empiezan a preocuparse por dónde va la coma.
Antes, por ejemplo, si mis hijos escribían bien, lo que obtenían era que
su mamá los felicitara. Lo peor que les podía pasar es que el maestro
me dijera que escribían bien porque entonces, yo, su mamá, los
avergonzaba delante de mis amigos, diciendo cosas sobre su escritura. Es
decir, es una cuestión de interés y motivación. No se puede forzar a la
gente a aprender.
–En muchos colegios en la Argentina, todavía el alumnado
tiene clase de computación un par de horas por semana, como una materia
específica. ¿Qué opina al respecto?
–Eso es lo que no hay que hacer. No tiene que haber clase de
computación. No hay una clase de lápiz, ni de diccionario. ¿Por qué,
entonces, va a haber una clase de un método de acceder a la información?
La matemática aplicada tiene que ver con acceso e interpretación de
datos. Sin calculadora es muy difícil hacer una suma de más de diez
números. ¿Por qué no ver qué pasa con una suma de más de 40 números? El
detalle puede hacerlo la máquina, el concepto y la interpretación es lo
que tiene que hacer el estudiante y el maestro. No puede ser que la
computadora se use por diez minutos al final del día a modo de premio.
Eso no sirve para nada: es lo mismo que darles un caramelo. Por eso, lo
importante en el programa Conectar-Igualdad es darles la máquina para
que los chicos se la lleven a la casa, la usen allí, aprendan las cosas
con sus hermanos y sus padres, y los maestros, también se las lleven a
sus hogares, para hablar con sus hijos.
–A veces, a los padres de los nativos digitales les resulta
difícil balancear el uso hogareño que hacen los chicos de las pantallas y
otras actividades como el deporte. ¿Qué aconseja?
–Como todas las cosas se debe resolver con sentido común. A los
chicos les interesa la tecnología. Le voy a contar algo que leí que no
tiene nada que ver con esto. Familias de inmigrantes llegaban hace
muchos años a Estados Unidos de lugares donde no había teléfonos.
Entonces, cuando sonaba el aparato era un desastre porque pensaban que
sólo se llamaba para dar malas noticias. Llevó tiempo hasta que los
padres se acostumbraran a que los amigos llamaban por teléfono a los
chicos, y que el teléfono era una forma muy distinta de comunicarse a la
carta. Bueno, esto es lo mismo. Los chicos usan la computadora para
conectarse con otros chicos. Si están todo el tiempo haciendo juegos
individuales está mal. Si las usan para conectarse con otros chicos,
siempre y cuando salgan después a hablar con otros chicos, está muy
bien. En estos momentos, en una ciudad cercana a donde yo vivo hay un
problema con los celulares en las aulas. Hay cuatro puntos de vista. A
los maestros les molesta porque no saben qué está haciendo el chico con
su teléfono y los quieren sacar; la dirección de la escuela dice que no
se pueden tener; los padres se oponen porque es una manera que tienen de
ponerse en contacto con sus hijos, de saber dónde están, y que están
bien; y los chicos dicen: “¿Cómo no vamos a tener teléfonos? Si la
maestra me hace una pregunta y no entiendo, yo voy y busco en Internet,
hago un cálculo, me ayuda a entender qué está pasando en el aula”. Y
también es cierto que si la madre o un amigo les mandan un mensaje, lo
miran. Las reglas de uso no se han establecido porque es muy nuevo.
–En Argentina, en general, está prohibido tenerlos o usarlos en el aula.
–Yo creo que no es necesariamente lo mejor, porque uno quiere que si
tiene que hacer un cálculo, lo hagan bien. No tienen que hacer todo de
memoria. El tema es poner las reglas. Eso lleva tiempo.
–¿Cómo debería reflejarse la incorporación de las nuevas tecnologías en la enseñanza del siglo XXI?
–Cambió la ciencia, cambió el acceso a la información. ¿Cuál es la
definición de alfabetización científica? Lo que la gente tiene que saber
para poder hablar con el experto. Yo no tengo que saber hacer física
pero tengo que saber suficiente de física como para entender qué le pasa
a mi auto cuando voy a hablar con el mecánico. Una cosa, entonces, es
el acceso a la información, evaluarla. La información no es más una
cuestión que está seleccionada en una enciclopedia. La información
existe positiva y negativa en la web. ¿A quién se le tiene confianza en
la web? ¿A quién no? ¿Cómo se interpreta? Eso es algo que hay que
aprender. Otra cosa: habría que enseñar los modelos de simulación que se
están utilizando para encontrar soluciones a los problemas sociales,
ambientales, económicos que hay en la sociedad, para que la gente haga
su propia experiencia. El problema fundamental que tiene la educación
actual es que la gente aprende de memoria algo que se resolvió hace más
de un siglo, y no tiene manera de relacionarse con la ciencia que está
viviendo en este momento. Y eso no tiene que ser así porque existe la
tecnología que permite a cualquier persona entender qué es un
experimento. No es una cuestión sólo de tecnología: es una manera de
pensar.
–¿Qué se sabe del impacto de las nuevas tecnologías en el aprendizaje?
–Le voy a contar sobre un estudio muy interesante. El Consejo de las
Escuelas de las grandes ciudades está formado por los superintendentes
de los sistemas escolares de Miami, Chicago, Nueva York, entre otras
ciudades importantes. Ellos realizaron un estudio muy bueno: tomaron en
cada ciudad dos grupos de escuelas, apareadas por datos demográficos. A
todas las escuelas les dieron CD Rom con enciclopedias y la misma
preparación a los maestros. El estudio se hizo cuando las computadoras
todavía no eran portátiles y estaban fijas en las aulas. A la mitad de
las escuelas en cada ciudad les dieron acceso a Internet, a la otra
mitad, no. Paralelamente contrataron a unos diez expertos en evaluar
composiciones escolares. A los chicos les dieron tres meses para
escribir un ensayo sobre Martin Luther King. Las escuelas tenían en su
mayoría alumnado negro. Al cabo de los tres meses, mezclaron los ensayos
y se los dieron a los expertos para que los calificaran. En general,
los ensayos eran parecidos, pero había un par de aspectos que los
diferenciaban. Los de los chicos que habían tenido acceso a Internet
mostraban el aspecto positivo y negativo en relación con la temática, y
además, su propia posición. Lo que hicieron los chicos fue aprender, no
memorizar qué había hecho Martin Luther King, que es lo que les daba la
enciclopedia. En la web encontraron a los racistas y tuvieron que
desarrollar sus propios argumentos en contra de ellos. Es una manera de
pensar mucho más profunda. Lo mismo pasa en la ciencia. Lo que se sabe
es que si uno le da el mismo examen a chicos que utilizaron máquinas y a
aquellos que no, puede ver que aprendieron lo mismo. Pero si uno hace
preguntas más profundas, entonces ve la diferencia. Si uno no mide lo
apropiado, no encuentra ningún avance. Hay estudios que dicen que las
computadoras no hacen nada en la educación. Pero se basan en usar la
computadora diez minutos dos veces por semana. Por supuesto, eso no hace
nada. El punto es usar bien las máquinas en la pedagogía. Un estudio
muy interesante que apoyamos desde la National Science Foundation –el
equivalente al Conicet– era un grupo que hizo una investigación en las
escuelas que usaban bien las computadoras. Estudiaron qué hacían bien
los maestros en esas escuelas, en un montón de estados y luego sacaron
un libro con las mejores prácticas. Una me quedó muy grabada. Tenga en
cuenta que correspondía a una escuela con estudiantes negros. La maestra
decía: “Yo mucho de tecnología no sé pero cuando tengo un problema en
la clase con la computadora pregunto por un IBM, Important Black Men, y
un chico me lo resuelve”. Con esta estrategia, que juega con el nombre
de la empresa, hay valorización del estudiante y del conocimiento, y a
la vez el maestro tiene claro que su obligación es ayudar y enseñar y no
resolver un problema técnico, que lo puede resolver el chico que tiene
mucha más facilidad con la tecnología. Un problema extendido es que los
periodistas no profundizan su conocimiento sobre ciertas cosas. En
Estados Unidos, por ejemplo, hablan de los tests estandarizados, que
todo el mundo en las escuelas y fuera de ellas sabe que no son
suficientes para evaluar si los chicos aprendieron cosas que importan.
Es lo mismo que pasaba con los ensayos que le comenté: lo que hay que
evaluar es cómo piensa el chico. Eso es lo importante.
–Finalmente, ¿le sirvió la ciencia para ser independiente?
–Absolutamente (se ríe).